Le debo textos a mucha gente. Algunos desde hace tiempo, otros no tanto. Es una deuda peligrosa: no voy a recibir una llamada amenazadora —Brrrrr. Brrrrr. Brrrrr. Brrrrr.* Entrega las 1500 palabras. Primer aviso—. No tengo miedo de que me arrinconen en un garaje* y me pongan el filo de un A4 en el cuello:
— ¿Dónde está la crónica?— increparán.
— La tendrás. Necesito más tiempo. 24 horas. — mentiré yo, desesperada.
No me despertaré un día con un mal presagio y descubriré aterrada, a modo de cabeza de caballo, un busto de yeso* de 15x30 de Mariano José de Larra dentro de mi cama.
No son encargos, son propuestas. Ahí reside el verdadero peligro, en que esos temas, crónicas, historias, personas, personajes —aunque no lo parezca— soy yo la que quiere escribirlos.
Pero la vastedad de información, las digresiones (como veis soy muy dada a ellas), el Word en blanco con el cursor parpadeante. El peso del resto de temas, que a diferencia de este, no están empezando a ser escritos todavía. La posibilidad de que esta vez no funcione. Ese comienzo es muy cutre. Borrar. Escribir. No, uff, este es peor aún. Me llevan al portal de viviendas Idealista: filtro precio, metros cuadrados, zona, ascensor, exterior, buen estado, obra nueva, últimas 24 horas. Ordenado por precio más bajo. Me llevan a Miércoles, a The White Lotus, a La Vida Sexual de las Universitarias, a One Of Us Is Lying. Me llevan a un batch cooking, l e e e e n t o y meticuloso con sus tres elaboraciones para —total— acompañar unos garbanzos de bote. Me llevan a a barrer de nuevo esas migajitas porque han quedado unas pocas. Todavía quedan. Ya. Bueno… más o menos. Me llevan a Google Calendar a apuntar todas las cosas que tendré que hacer la próxima semana. Es perverso.
Y esa (auto)lesión es mucho peor que cualquier deadline matón.
Y solo queda:
a) Cortarse un flequillo emo y seguir por este camino, o
b) que esta columna sea el cierre de un bloqueo y sostenga todo lo que tengo que contaros.
* Iba a poner ring ring, y aunque estéticamente me gustaba mucho más, esa onompatopeya está un poco obsoleta ya ¿no? Mejor una vibración de móvil y más de tres tonos porque responder a una llamada de teléfono, aunque sea de tu mejor amiga, siendo millennial, cuesta.
*Sobre todo porque ni siquiera tengo coche, pero aún así, en un garaje como mucho fantaseo con encontrarme con una fuente que me revele un dato esencial que hará que se hunda alguna organización muy relevante y me lance al estrellato.
*No sé si los bustos se fabrican en yeso. Un busto hueco quizá no impresione mucho, pero no soy yo la que lo he utilizado para acojonarme.
Lucía Perez Oroz
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