El peligro de la Navidad, por Pablo Maljean

La llegada de la Navidad entraña peligros velados sobre los que hay que avisar. No estoy hablando de la caída en el consumismo ni pretendo hacer una crítica al sistema ni mucho menos. El mayor peligro de la Navidad es que te empuja a creerte protagonista.

Lucía lo llama el espíritu del main character, la sensación que tiene uno mismo de ser el personaje principal de la película a la existencia humana. Los main character dirán a menudo "esto solo me pasa a mí", serán suspicaces frente al mundo, que solo quiere joderles, se sentirán el blanco de una conspiración organizada para hacerles fracasar o, en menor medida, acercarles al éxito. Hay personalidades imbuídas todo el año en este espíritu. Ellas no tienen por qué preocuparse de entrada, son menos vulnerables al cambio estacional.

Con este texto quiero prevenir a aquellos que se han sentido puntualmente tentados a caer en la ‘protagonistitis’. No guiados  por su egocentrismo, sino víctimas del frío, las luces y Hollywood.

Así, por ejemplo, uno tiene una cita en agosto y quizá espere conocer a alguien interesante, pasar un buen rato, quizá hasta tener una excusa para salir de casa y escapar del calor. El escenario de la ciudad ni acompaña ni deja de acompañar, no apuesta por nada. Existe, pero no suscita. Pero la Navidad. Ay, una cita urbana en Navidad.

El acto de franquear una puerta hacia el frío no sale gratis, es una declaración de intenciones. Se acepta una incomodidad, se espera un bien mayor. La decoración guía, obliga, por muy hortera. La ciudad mira desde arriba, aguarda que uno se ponga a su altura. Las hordas de gente en la calle frenan el paso habitual. Todo se ralentiza, todo es singular, y hay que interpretar ese papel.

Y uno empieza a imaginarse hablando con naturalidad de cualquier tema, “como en aquella película, Antes del amanecer”. El paso se acomoda, la vista se levanta, las expectativas se iluminan. Culpa de la Navidad. Una ciudad sin iluminar, vacía y abierta al sol de verano no te engaña de esta manera.

La realidad va imponiéndose poco a poco. Y uno se comienza a arrepentir de haber visto Antes del amanecer mientras la conversación va derivando hacia a qué se dedican tus padres. La gente desaparece del centro y el paso lento se vuelve cansado. Las luces terminan por cegar, la oscuridad de la habitación propia comienza a seducir. Y nadie tiene la culpa de nada, solo la Navidad.

Feliz Año Nuevo, sí. Pero hasta que quiten las luces que no se relaje nadie.


Lucía Perez Oroz
Lucía Perez Oroz

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