El verdadero significado del baloncesto - Laura de la Flor Frago
En una cálida tarde de verano, una niña con el pelo rubio y castaño, aparentemente de trece años, se sentó en un banco para observar el atardecer. Lo contemplaba con mucho interés cuando un balón chocó contra sus pies. Ella lo miró y después lo cogió con un brillo de fascinación en sus ojos. Era un balón de baloncesto muy desgastado, desinflado y parecía que estaba pinchado, pero se veía claramente que lo habían usado para jugar muchas veces.
La niña echó un rápido vistazo a su alrededor para ver quién lo había tirado hasta sus pies, pero no encontró a nadie. Así que decidió llevársela para estudiarla con más detalle.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue coger algunos libros que tenía su padre en la biblioteca que trataban sobre baloncesto. Ella todavía no sabía por qué estaba haciendo eso, pero era como si algo en lo más profundo de su corazón hubiese despertado.
Después de un largo mes investigando de dónde podía proceder aquel balón, concluyó que era uno de los balones que el equipo de su ciudad utilizaba para entrenar. Eso despertó aún más interés en la niña. ¿Por qué habrían abandonado aquel balón tan importante?, ¿qué significaba aquello?, ¿encontraría alguna explicación lógica a aquella situación? Tenía tantas preguntas tan difíciles de contestar que todo aquél al que preguntaba se le quedaba mirando con una cara de gran asombro o de interés por la niña.
Unos cuantos meses después, la niña comenzó a jugar al baloncesto. Practicaba todos los días al menos dos horas sin descanso. Y así, poco a poco, iba superándose a sí misma cada vez que cogía el balón.
Pasado algún tiempo, la niña se apuntó al equipo de baloncesto de su colegio, al que tanto había deseado entrar desde que empezó a botar el balón, pero el motivo por el que nunca se había animado a hacerlo era porque temía no ser lo suficientemente buena y que sus compañeras se burlasen de ella, pero por fin había tenido el valor de apuntarse para que la enseñasen a jugar mejor.
Dos años después, aquella niña se convirtió en una gran jugadora pero, a la vez muy individualista, ya que solamente quería ser la favorita del público. Pero llegó el día en el que su entrenador no la sacó de titular en un partido decisivo para el equipo. Cuándo se sentó en el banquillo el entrenador se dirigió a ella diciéndole que animase a sus compañeras y aprendiese de ellas.
Al principio la chica no lo entendió, pero cuándo empezó el partido se dio cuenta de que sus compañeras estaban jugando el equipo y todas tenían pintada una sonrisa en la boca. En aquel preciso instante comprendió que el baloncesto era más que un deporte, era un juego en equipo con el que disfrutar y parte de sí misma y su vida diaria. Mientas esos pensamientos rondaban por su cabeza, la primera parte del partido acabó y todas sus compañeras se dirigieron al vestuario con una mirada que indicaba cansancio e indignación.
La chica miró al marcador y vio que iban perdiendo de quince puntos, entonces decidió ir al vestuario para animarlas y aconsejarlas. Una vez allí empezó a decirles todas las cosas buenas que habían hecho en la primera parte y que, si seguían así, seguro que lograban remontar y ganar. Pero lo más importante era que disfrutaran y jugasen en equipo como habían hecho hasta ahora. Estas palabras conmovieron a todas sus compañeras y al entrenador, que enseguida alabaron su reacción de compañerismo ante un momento tan difícil como aquel.
Sus compañeras volvieron al campo, llenas de energía y con un brillo de esperanza en sus ojos y así comenzaron la segunda parte. Quedaban tres minutos para que finalizara el partido cuando una de las contrincantes cayó sobre el tobillo de la base del equipo, lesionándola gravemente. El entrenador pidió el cambio dándole la oportunidad a nuestra protagonista de demostrar lo que era capaz de hacer cuando jugaba en equipo. El partido transcurrió lenta pero intensamente, no estaba nada claro qué equipo iba a ganar puesto que el resultado estaba muy igualado. En el último segundo el equipo rival, fruto del nerviosismo, cometió un error al hacer una personal en un momento decisivo que suponía dos tiros libres para la chica que estaba demostrando haber comprendido que un partido se gana por un equipo unido y no por uno mismo.
Lanzó el primer tiro libre y lo anotó con precisión, en su mano estaba forzar la prórroga y tener la posibilidad de ganar el partido. Se preparó para lanzar, en su rostro se reflejaba una gran concentración. El balón salió directo a la canasta, rebotó dos veces en el aro, saliéndose finalmente por uno de sus extremos.
El público no daba crédito a lo que acababa de suceder, instantes después el árbitro pitó el final del partido, habían perdido y la cara de nuestra chica reflejaba un intenso dolor y amargura, en cambio todas sus compañeras se acercaron a animarla tal y como ella había hecho antes. En ese momento la unión del equipo fue tan fuerte que el disgusto se desvaneció dando paso a la alegría, al darse cuenta de que esta derrota les había hecho ser un equipo mucho más fuerte.
Alberto Saez
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