Ruta por la independencia

El tren ahora tiene nuevos rituales. Los señores se han empapado tanto en la alta velocidad que recogen sus maletas y enfilan hacia las puertas cada vez más temprano. Se enfundan sus parcas pijas justo al divisar las primeras luces de la ciudad, que también han cambiado: antes pertenecían a polígonos industriales destartalados y ahora a urbanizaciones donde los menús del Foster Hollywood han sustituido a los catálogos de biblioteca. También se han multiplicado los rostros de ejecutivos. No son necesariamente ejecutivos, pero teclean con mucha fuerza en sus portátiles y dan ganas de colgarlos en el retrovisor del coche por su aroma a aftershave.

Por contra, el autobús regional sigue siendo un largo travelling de toboganes abandonados, un soniquete de maletas que se agitan en las tripas del monstruo, reivindicaciones minúsculas sobre los muros en los pueblos y, a lo lejos, tramos de autopista que recuerdan un universo a dos velocidades. La gente también sigue siendo la misma, una anciana con ropa oscura que se pierde colina arriba con bolsas pesadas, un joven malhumorado que maldice el día en que perdió los puntos del carnet de conducir y un editor independiente.

El transporte, nunca mejor dicho, deja a cada uno en su lugar

Foto de Joanna Poe (Flickr, CC)

Emprendimos nuestra gira de presentaciones como vendedores de crecepelo, y lo parecimos más que nunca por nuestra emoción al encontrarnos a un hombre calvo. Era Agustín Tato Abadía, legendario centrocampista del Logroñés y uno de los protagonistas de ¡Goool en Las Gaunas! Encontrarse en persona a un protagonista del libro que presentábamos tiene algo de película ochentera, de musical donde los maniquíes cobran vida, con Rick Moranis en el papel de Abadía. Durante la presentación, Tato se hundía en la silla de la manera en que se hunden los tímidos, como si el centro de la Tierra fuese un mullido puf que ejerciera su fuerza gravitacional. Javier Triana ya habla de su proverbial timidez en el libro, así que lo dejamos marchar sin hacernos una foto que hubiese agitado los grupos de WhatsApp de nuestros amigos treintañeros.

Un autobús de La Estellesa nos llevó a la siguiente parada de nuestra gira: Pamplona. Y a los pocos kilómetros nos habíamos convertido en la ejemplificación más perfecta de la expresión “falsa conciencia”. Dice la Wikipedia que “Karl Marx denominó como falsa conciencia al pensamiento de los individuos que no es consecuente con sus condiciones materiales de existencia. Esto, además de no ofrecer una visión fiable de la realidad, dificulta conocer la verdad”. Abrimos un libro durante la ruta como si estuviésemos en un vagón alfombrado con la barba de un modelo masculino, algo aerodinámico y bienoliente, pero las curvas nos devolvieron a nuestra conciencia verdadera, la de editores independientes a bordo de unos autobuses que, frente al tren, son los grandes olvidados por el diseño industrial. Autobuses: 100 años como tuppers humanos, y siguen sumando. Nuestra conciencia, la de verdad, estaba resumida en un cartel a la subida del autobús:

Durante el trayecto solo podíamos esbozar media sonrisa cada vez que nos cruzábamos con aquellas pintadas con reivindicaciones en los muros: en el trayecto a Pamplona todas pedían independencia.

Una vez en Pamplona hablamos sobre periodismo narrativo en el Foro de la librería Auzolan junto a María Angulo. Si a alguien le interesa el tema, haría bien en leer su prefacio a Crónica y mirada. Sí, la charla estuvo bien, pero luego la continuamos en los bares de Pamplona, lugares tan perfectos para la conversación que regalaríamos toda nuestra credulidad a quien nos dijera que allí se creó el lenguaje. Los bares de Pamplona están mejor iluminados que muchos museos y tienen la dignidad de catedrales. Quizás por eso aquellas torrijas de manitas de cerdo eran la hostia. Pero aún mejor fueron las experiencias de Mertxe y de Fernando, libreros de Auzolan. Seremos auténticos gilipollas si dejamos de escuchar a gente así, o si algún día caemos en la trampa de confundir la experiencia con la casta.


Libros del KO
Libros del KO

Autor



Dejar un comentario

Los comentarios se aprobarán antes de mostrarse.