Langostas y periodismo

No os perdáis el maravilloso making of que de su libro “Día de visita” ha escrito Marcos Avilés en Jot Down, la revista que lo PE-TA:

Los cronistas somos esa clase de periodistas que suelen llegar tarde al lugar de los hechos. Nos movemos a un ritmo pausado, como tortugas que toman notas y se alimentan de tiempo. En el fondo es todo lo que necesitamos para este trabajo. Tiempo y un cuaderno. Pero el riesgo de llegar tarde, en estos tiempos de sobre información y culto al reportero anónimo, es que te confundan con las plagas apuradas que arrasan con la confianza y las expectativas de las personas que tienen una buena historia —o que la tenían— y que aprenden a detestar a los periodistas.

Después del sábado de visita, me hacía tiempo en los días de semana para revisar archivos de diarios, ir a bibliotecas y hacer entrevistas. Conversé con funcionarios sobre el sistema penitenciario, con abogados sobre los engorrosos procesos judiciales, con antropólogos sobre la cultura carcelaria; también hablé con antiguas reclusas que ya gozaban de libertad; con policías que habían participado en la captura de algunos de mis personajes; con periodistas de sucesos que cubrieron esos momentos; con mujeres que prestan servicio de voluntariado en el penal; con parientes de reclusas en las casas de las reclusas; también leí tesis universitarias, novelas y ensayos; desde Dostoievski y Foucault hasta testimonios de reclusos liberados e informes médicos sobre las patologías en el penal. El trabajo se convirtió en una obsesión y en una forma de vida a lo largo de un año. Quería convertirme en la persona que más supiera sobre el tema. No sé si lo conseguí, pero me ayudó a escribir. Si eres reportero, has de saber bien que la información siempre te dará autoridad.

Dejé de salir los viernes por la noche durante todo el año que duró el trabajo. El sábado debía levantarme fresco y lúcido para ir al penal. No es gran cosa pero me perdí juergas y cumpleaños de muchos amigos. Fue más difícil crear el espacio para escribir. ¿En qué momento puedes escribir cuando tienes un trabajo de oficina? Nunca he tenido problemas con levantarme temprano así que, esta vez, adelanté el despertador. Prefiero leer y escribir temprano en la mañana pues es el momento del día en que estoy más lúcido. Conforme las horas avanzan, la vida se contamina de obligaciones y de problemas por resolver: suena el teléfono, llegan mensajes al correo, tocan la puerta de casa. La paz sólo existe de madrugada, cuando el mundo duerme. Así que fijé el despertador a las 3 de la mañana y aprendí a irme a la cama muy temprano. Escribía, reescribía y corregía hasta las 9 am. Seis horas. Luego salía a trabajar, a resolver problemas, a responder el correo electrónico.

El artículo entero, aquí.


Libros del K.O.
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