"El policía tenía un diente de oro. O de chapa de oro. Sonreía como si acabara de matar a alguien. El..."

El policía tenía un diente de oro. O de chapa de oro. Sonreía como si acabara de matar a alguien. El conductor de la Expedition calculaba que había matado a un par de personas. Imaginó a un indio seri tirado entre cactus, con un balazo abriéndole un enorme hoyo en la espalda. Imaginó también a un yonqui de Arizona buscando emociones fuertes en los pueblos de Sonora y encontrando su cenit en la mirada policial de aquel asesino con placa.

La bahía de Kino estaba en calma. Seis parejas de gordos en traje de baño jugaban voleibol, unos muchachos tomaban Tecate blanca y oían reguetón junto a una fogata. Camionetas blindadas con los vidrios polarizados hasta abajo, llenas de tipos duros, recorrían la única avenida del pueblo, con la música norteña a un volumen tan bajo que causaba inquietud.



- Pájaro de calor en Bahía de Kino”, de Diego Enrique Osorno, en Vice.
Libros del K.O.
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