Pero el día definitivo había llegado hasta ese domingo 11 de mayo de 1997 que Manuel Marinero había dejado el alba y la estola colgadas en la sacristía de San Bartolo Coyotepec, una parroquia a doce kilómetros de la ciudad de Oaxaca, en el sur de México, y se dirigió a sus parroquianos como hombre y no como cura. Les habló del amor que le profesaba a su mujer y a su hijo, de cuatro semanas de nacido. Les dijo que apenas dos días atrás, el viernes 9 de mayo, había contraído matrimonio civil con Patricia. Su novia. Su esposa. La madre de su hijo.
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“El sexo, las mujeres y la iglesia”, por Emiliano Ruiz Parra, en Gatopardo.
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