El recinto escogido para la firma del contrato no podía aproximarse más a la opulenta retórica que Libros del KO ha venido labrando desde su nacimiento: escultóricas azafatas (nos referimos a esculturas algo brutalistas de señoras con abrigos de pellejo que abordaban cada poco la barra para surtirse de más churros), grandes intelectuales (un hombre se acercó a por el periódico para leer la columna de Jiménez Losantos) y variedad de efectos sonoros (los que venían de la tragaperras). Los asistentes, con esa ambición internacionalista que se ha convertido en enseña de Libros del KO, pertenecían a un abanico de cunas emblemático de los tiempos que vivimos (había un chino jugando a la tragaperras).Ver artículo completo →