diciembre 04, 2022

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David Jiménez ›  


La reportera que venció a Hemingway, por David Jiménez

La noche del 6 de junio de 1944, la periodista Martha Gellhorn se escondió en uno de los buques aliados que iban a partir hacía Normandía. Una vez avistada la costa francesa, tenía un problema: las mujeres tenían prohibido pisar el frente y los comandantes de la misión no la dejaban desembarcar. Pero había una excepción: las enfermeras. Así que Gellhorn se disfrazó de enfermera y se unió a un equipo de camilleros. No solo contó la batalla decisiva de la II Guerra Mundial, sino que le ganó la partida a su ex y por entonces escritor más célebre del mundo, un tal Hemingway.

El autor estadounidense tuvo que conformarse con cubrir el desembarco desde la distancia y enfureció al ver la primicia de Gellhorn en la revista Collier’s, donde la periodista narró con detalle los horrores de la guerra y el drama de los jóvenes soldados cuyos cadáveres flotaban entre las olas como «grises sacas hinchadas». Gellhorn había recibido de Hemingway, antes de su distanciamiento, un telegrama presentándole dos opciones: «¿Corresponsal de guerra o esposa en mi cama?». 

Escogió la primera.  

La historia de amor de la pareja se había forjado en el Hotel Florida de Madrid, durante la Guerra Civil española: hacían el amor por la noche y cubrían el conflicto por la mañana. O viceversa. Se casaron y vivieron una relación turbulenta. El Hemingway de la época, muy bien descrito en el documental sobre su vida que estos días emite Filmin, era un tipo imposible. Alcohólico y maltratador, exigía de sus mujeres adoración absoluta y la renuncia a su vida para entregarse a la misión de hacer la suya más cómoda. Pero en Gellhorn encuentra una mujer ferozmente libre que se refiere a su marido como “el otro”, se niega a supeditar sus sueños a las ambiciones de ningún hombre y, sin pretenderlo, se convierte en inspiración para futuras generaciones de reporteras. 

Incluso en la hora del adiós, en 1998, Gellhorn hizo las cosas a su manera. Ingirió una cápsula de cianuro en una habitación adornada con tulipanes, mientras escuchaba uno de sus audios favoritos. Hubo idiotas que titularon sus obituarios anunciando que había muerto la “tercera mujer de Hemingway”, a pesar de que Gellhorn se había ganado ser recordada por mucho más. Con ochenta y un años, cubrió su último conflicto: la invasión de Panamá. Una placa instalada en la fachada de su vivienda de Londres, en el 72 de Cadogan Square, hace justicia a lo que fue, contra editores paternalistas, maridos machistas y comandantes condescendientes. «Corresponsal de guerra», se puede leer. 

David Jiménez.