Las primeras veces, por Paula Ramos

Hay primeras veces que todos recordamos. Nuestro primer concierto, los gritos de los de atrás, el calor. Nuestra primera borrachera, esa sensación extraña de ser tú y no al mismo tiempo, el patinazo de la lengua. La primera vez, a secas, casi siempre torpe. Hay otras que alguien recuerda por nosotros. Nuestra primera palabra, mamá o papá o agua, nuestro primer diente abriéndose hueco con dolor y lágrimas. Un paso. El primero de los muchos.

Hay otras que pasan un poquito más desapercibidas. Tienen menos presencia, no son tan clickbait, no atraen igual. Son esas que nadie espera escuchar cuando pregunta “oye, cuándo fue la primera vez que”. Las primeras oportunidades, por ejemplo. Los rostros, las manos, que están detrás de ellas. Valientes exploradores capaces de ver más allá, de lo común, del camino fácil. Que no se dejan contaminar por los estereotipos típicos que, de forma constante, berrean voces ajenas. Los jóvenes esto, la inexperiencia lo otro. Apostar por las tabulas rasas es insólito. Cada vez más. ¿Quién es el loco que elige a un canterano para desempeñar una función en la que podrían brillar otros, con una larga experiencia y nombre? ¿Quién el que decide ayudar a otros a escribir(se) de cero? Qué inconsciencia. Quién, quién, quién.

Esos quiénes no abundan, pero los hay. Y menos mal, y cuánta falta que así sea. Por eso brindo hoy por ellos. Por esa gente que apuesta, la que lo hizo conmigo, la que tendrá siempre un lugar en mi memoria y en mi lista de primeras veces. La de las realmente importantes. La de verdad.


Lucía Perez Oroz
Lucía Perez Oroz

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